La verdad es convicción y equilibrio interior, sobre todo en las relaciones de pareja. Hay quien no la practica ni siquiera para sí mismo, pero es necesario que en el día a día la ofrezcamos, siempre con respeto, para favorecer la convivencia.
Hay quien desea medias verdades. Hay quien prefiere mentiras que consuelan, pero vivir en la falsedad o en las medias mentiras trae, poco a poco, una sentida infelicidad.
“Quiero la verdad, aunque duela”. Estamos seguros de que también tú lo habrás dicho en alguna ocasión en voz alta y, aunque el temor te haya embargado por dentro, hemos de pensar que la verdad siempre nos ayudará a avanzar con más seguridad para saber a qué atenernos.
Reflexionamos hoy sobre ello en nuestro espacio.
La verdad para cerrar círculos, etapas personales
Pongamos el ejemplo más común: vives una relación de pareja donde intuyes que el cariño ya no es el mismo, que los gestos ya no son auténticos.
En ocasiones, nos limitamos a seguir con esa relación por miedo a la soledad, por temor a afrontar la realidad: hacemos como si no pasara nada esperando que la situación cambie. Que mejore.
Ahora bien, intuir, ver y sentir algo negativo y no decirlo en voz alta es un error.
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Hay que pedir siempre la verdad, y más en temas afectivos. Es la única forma de mantener la integridad personal y de afrontar la situación:
- Las personas necesitamos la verdad en nuestras relaciones para poder luchar por ellas o por el contrario, poder cortar el vínculo, sanar la herida y avanzar.
- Preferir falsas verdades o palabras que consuelan no hacen más que alargar una situación que, tarde o temprano, empeorará. Y ello puede ser muy negativo para nuestra salud emocional.
- La verdad nos pone frente a frente ante una evidencia que hay que asumir. Y es algo que deberemos afrontar con entereza y, aunque duela, podemos desplegar estrategias propias para seguir viviendo con valor e integridad.
La verdad es un arma de doble filo
Hay un aspecto que debemos tener en cuenta. ¿Es conveniente ser sincero en cada momento? ¿Es obligatorio decir siempre la verdad?
La clave está en el equilibrio y en mostrar respeto. Seguro que también tú conocerás a una de esas personas que se vanaglorian de ser muy sinceras, directas y de no “callarse nunca nada”.
Esto hace que la verdad se convierta en ocasiones en un arma de doble filo.
- Es necesario entender la verdad como un instrumento de convivencia que nos permita crecer, asumir la realidad y fomentar el respeto.
- La verdad no se puede utilizar como una forma de agresión. Nadie puede ir por el mundo revelando a quien odia, quien huele mal, a quien no soporta, o quien le parece ridículo.
- También debemos tener en cuenta, que en ciertos ámbitos, cada uno de nosotros disponemos de nuestra propia verdad. “Yo pienso que el partido político X es el mejor” (cuando en realidad, lo puede ser para ti, pero no para los demás).
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En ocasiones, la verdad tiene muchos matices porque, lejos de ser una entidad universal, es algo muy particular. Y, por ello, debemos usarla con respeto, equilibrio y, sobre todo, manteniendo la integridad.
Nunca digas lo contrario de lo que piensas
Este es otro elemento esencial: para mantener una buena autoestima nunca caigas en el error de decir lo contrario de lo que piensas por complacer a otros. Es una forma de caer en la infelicidad.
Tenemos claro que la verdad NUNCA debe utilizarse como instrumento de agresión y que, en ocasiones, es conveniente “maquillarla” un poco y utilizar las palabras adecuadas:
En lugar de decirle a un compañero de trabajo eso de “cada vez te soporto menos, eres alguien egoísta que no para de hablar en todo el día y que no deja trabajar a nadie” podemos sustituirlo por “te pediría por favor que nos centráramos más en la tarea y menos en los temas personales, últimamente me cuesta trabajar y desearía un poco de silencio”.
Como ves, la idea sigue siendo la misma, pero hemos actuado con respeto enfatizando una necesidad: mantener distancia y centrarnos en lo importante: el trabajo.
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Los psicólogos nos dice que si las personas recurrimos a la mentira es básicamente por miedo:
- Miedo a revelar alguna información que puede incomodar a otros.
- Miedo a perder lo que tenemos en este momento.
- Temor a posibles consecuencias.
- Inquietud a que los demás descubran que no somos como ellos esperaban.
Todo ello son situaciones que, mantenidas en el tiempo, pueden erosionar mucho nuestro autoconcepto. Si no te gusta esa comida que te hacen tus suegros cada fin de semana, dilo con respeto o acabarás con una indigestión.
Si no te gusta cómo te trata tu jefe, reacciona, o tarde o temprano puede que te trate peor al ver que tu umbral de resistencia es muy alto.
Y aún más, si no amas a tu pareja, díselo y no alargues una situación que tarde o temprano os hará más daño a ambos.
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